Conferencia brindada durante el ciclo de conferencias sobre Ciencias Penales, organizado por el Servicio Penitenciario Federal en el Teatro Municipal General San Martin, el 5 de octubre de 1984.
Me propongo examinar los siguientes problemas:
1. ¿porqué razón al sufrimiento de una persona debe seguir el padecimiento de otra? y
2. ¿porqué esa suma de dos males no es un Mal mayor, sino un Bien?
Si tales interrogantes tuvieran una explicación racional, la Pena —antiguo invento de los hombres que agrega al padecimiento de la víctima la aflicción del condenado— tendría justificación.
Un elevado número de respuestas se ha intentado. Sin embargo, la cuestión dista de estar solucionada, y, por el contrario, parece estar oscurecida por la interferencia de presupuestos no explicitados. Además, el problema de la pena conmueve algo más que nuestro quehacer intelectual, pues, con frecuencia tiene raíces afectivas y, por lo tanto, susceptibles de enturbiar la claridad de nuestra reflexión, por los muy variados modos de nuestra vida emocional. Sabemos que el amor ciega a los hombres, y que, como enseñaba el maestro Carrara, también existe el amor al verdugo. Pero, debemos también admitir que pasiones ajenas al amor pueden producir los mismos resultados. Así, entre los enamorados del castigo y los que odian al Derecho, la Pena viene cumpliendo su tarea. Alentada por los primeros ha llegado a extraviarse fuera de las fronteras de lo razonable. Acosada por los segundos, ha dejado, no pocas veces, de estar presente donde el deber la esperaba. Excesos y omisiones fueron alterando su respetabilidad, a punto tal que hoy aparece vieja y difamada.[leer más]