La criminalidad no es afectada por el tiempo ni por el espacio. Uno de sus rasgos más notorios es su perdurabilidad, una verdadera constante histórica, que no ha podido ser erradicada de ninguna sociedad, cualquiera sea su organización política. Suele ser confusamente problematizada, expuesta a consideraciones no siempre racionales (prejuicios, creencias, costumbres) y, a veces ideológicas que perturban su correcta comprensión. Distintos factores impiden su tratamiento óptimo, no ya su utópica solución. Hay casos en que subyace una dificultad sutil, no siempre percibida: las opiniones sectarias de algunos expertos que insisten en que aceptemos sus fracasos como inevitables.