Bibiana Andía

Trepaba por los años de mi abuela
desde el sillón puntual de su memoria,
cansado de jugar mi obligatoria
jornada de escondidas y rayuela.

Un mundo de zambomba y castañuela
me hablaba de Tafalla y de su gloria,
la guerra de carlistas, una historia
que nunca me enseñaban en la escuela.

Con Zumalacarregui me batía,
porque ese nombre largo me asombraba,
y aunque completo nunca lo decía,

desde mi sueño niño lo llamaba.
La boina hasta los ojos me cubría,
y una muchacha vasca sonreía…