Perdida ya su estirpe de felino,
sin gusto por cazar a los ratones,
atrapa, carnicero entre almohadones,
un ovillo de lana de merino.
Doméstico y burlón, pero dañino,
por la simple maldad de los bribones
va clavando sus uñas en sillones
y todo lo que encuentra en su camino.
La abuela tejedora lo perdona,
la nieta le prodiga su cepillo,
y el gato, viejo pillo, se apoltrona.
Mas, si escucha el cantar de algún cuchillo,
en pos de sus manjares, abandona
a la abuela, la nieta y el ovillo.