El sueño

Hospicio temporal. Casa y locura.
Carnaval de las sombras, Inconciencia.
Aparente morir. Impertinencia
de concebir enigmas, sin cordura.

Albergue del deseo. Desventura.
Impúdica traición a la inocencia.
Refugio de la culpa. Sin clemencia
soporta la verdad, virgen e impura

En medio de su angustia, con la llave
guardada en el bolsillo de la infancia
va abriendo los olvidos. Su ignorancia

pretende descifrarlos sin la clave.
Y a punto de lograrlo, desconcierto…
Las máscaras se van. Está despierto.

La lluvia

Maga otoñal, amiga del momento.
Caricia humedecida. Don del cielo.
Al fin hallaste, por final del vuelo,
el horizonte gris del pavimento.

El abrazo fugaz pasó. Presiento
el dolor del adiós, el desconsuelo
de la amistad barrida por el suelo,
entre las hojas que amontona el viento.

Toda lluvia nos pide ventanales
tras los cuales divaga la mirada,
perdida en los paisajes de la Nada.

Nos confunden, a veces, los cristales
con reflejos de un rostro envejecido,
que se puso a mirar porque ha llovido.

La Muerte

¡Qué poco dice el nombre que te nombra
como si fuera un eco de la Nada,
silencio articulado, voz pausada,
desánimo en la voz, pálida sombra!

¡Que poco enseña el Arte en tu figura
con el vestido negro y la empuñada
guadaña sesgadora enarbolada,
que nos promete el fin, la sepultura!

¡Que poco muestra el Requiem en su canto,
ni la fúnebre marcha dolorida,
ni el rezo en el umbral del campo santo.

En cambio, te descubro si la vida
envejece por cada despedida,
con los ojos nublados por el llanto.