Un día descubrió en Alejandría
secretos que ignoraban sus iguales,
uniendo en impensados esponsales
sustancias ignoradas todavía.
Así logró ejercer con maestría
las artes que transforman los metales,
llevando a la redoma las nupciales
caricias con que al oro seducía.
Y le advirtió el Amor, viejo alquimista,
el posible fracaso del conjuro:
el débil quedará a merced del duro
para que el par unido siempre exista.
Mas, a veces la alquimia es ilusoria,
pues toda sumisión es transitoria.