Greta ausente

No habrá nunca otra amiga
confidente del alma,
centinela del tiempo
mi travieso costado,
que me cuente en ladridos
cuando Dios, tan cansado,
nos llamaba a los parques
en la orilla del alba.

No habrá nunca otra perra
que haga cucha en el alma,
descubriendo los rastros
de olvidadas plegarias,
que tirada en el suelo,
a los píes de la cama,
con gruñidos puntuales
me disipe fantasmas.