Maga otoñal, amiga del momento.
Caricia humedecida. Don del cielo.
Al fin hallaste, por final del vuelo,
el horizonte gris del pavimento.
El abrazo fugaz pasó. Presiento
el dolor del adiós, el desconsuelo
de la amistad barrida por el suelo,
entre las hojas que amontona el viento.
Toda lluvia nos pide ventanales
tras los cuales divaga la mirada,
perdida en los paisajes de la Nada.
Nos confunden, a veces, los cristales
con reflejos de un rostro envejecido,
que se puso a mirar porque ha llovido.