“…en cuya noche un ruiseñor había,
que era alondra de luz, por la mañana”
(Rubén Darío)
La vieja alondra con perfil sombrío
repite al cielo su pregunta vana,
cuando puntual la luz de la mañana
deshoja su pupila en el vacío.
Y el Cielo le contesta en el rocío
que pone en cada flor samaritana,
consuelo del Azul que la profana
y llanto por la ausencia de Darío.
¿Porqué‚ calló?, preguntase la alondra
buscando al ruiseñor enmudecido.
¿Tal vez se fue‚ con él, tras de su sombra,
la del poeta nunca repetido?
Acaso en su silencio a mi me nombra
con el lenguaje del amor perdido.